Destino: Una taza bien servida de café

No llevo mucho tiempo tomando café, hace dos años el café en mi vida llegaba solo en aquellas ocasiones donde necesitaba un boost tras una noche mal dormida, previo a una reunión importante y para mis carajillos… Esa era mi vida cafetalera. El café me generaba dolor de cabeza, temblorina y no era capaz de terminar una taza completa.

El café llegó a mi vida de la mano de un apasionado por él; Para Juan Ca el café es su compañero en el ayuno intermitente, el que le da los buenos días tras el ritual de prepararlo, quien enriquece sus caminos en caminatas o lecturas, un cómplice de momentos especiales; Puede ser hecho en casa, o ser una excusa para sentarse en un nuevo lugarcito acompañado de un croissant. Frío, caliente, casi siempre americano.

Y como buen curioso que es, cada vez sabe más de esta bebida, de su origen, de sus causas y efectos. Lo que lo llevó a pensar ¿Y si conocemos su proceso? ¿Si escuchamos la historia de su propia voz?

Iríamos a Veracruz, nos encontraríamos con una finca y ahí, buscaríamos experiencias con mi ahora nuevo amigo; El café.

Después de un camión de 4 horas y una carretera adicional en coche de 2, llegábamos por la noche a un lugar entre montañas que se ocultaba bajo un cielo sin luna. Nos recibía un lugar con al menos doscientos años acumulando historias. Un casco viejo que había sido utilizado para caña, ron, aguardiente y ahora café. La finca: Coyametla, la anfitriona: Alexia.

 

Finca Coyametla, Veracruz

Llegábamos Juan Ca y yo a una de estas aventuras muy nuestras del “nomadismo” que llevamos adoptando hace ya dos años en donde nos gusta instalarnos en lugares y vivirlos profundo y a nuestro ritmo, sin prisas. No vamos de vacaciones, no corremos a devorarnos todo lo que hay que ver, nos la tomamos con calma y vamos descubriendo sin prisa el lugar. Si se queda algo por ver, no nos causa frustración, nos genera una gozosa excusa para regresar. Al final, cada viaje vivido llevará así nuestro sello personal.

Desde ahí trabajaríamos remoto, pero adoptaríamos las costumbres, horarios, dinámicas del lugar, topándonos con los personajes que le dan vida al sitio e interrogándolos con esa curiosidad que tanto disfrutamos para ir contándonos nuestra propia historia.

Los amaneceres nos sorprendían con un lugar rodeado de verdes, muchos tipos de verdes; Montañas altas que parecía se acercaban, neblina en lo alto de ellas, y los ruidos de campo de gallos, perros, vacas y todo tipo de insectos.

Comimos lo que se nos dijo ahí: “Comida de rancho”, aunque con unas verduras adicionales que agregamos al menú: Descubrimos entonces los quelites, los tepejilotes, el chileatole, unos hongos deliciosos, y muchas muchas tortillas. Las memelitas, los panuchos, y unos pecados que insistían en llamar “panes” pero Alexia…. Por favor, ¡Son galletas! Esa canastita llegaba en la mañana, tarde y noche… Con la excusa de “Para acompañar el café” que todos aceptábamos

 

Lo que más disfruté fue recorrer un camino que comunicaba la finca con Huixtla. ¿Quieres ir en “La estaquita” o en la parte de adelante? Me preguntaron … ¿Segura? Repitieron. Porque a veces creen que las güeras no somos todo terreno… ¡En la estaquita, a huevo! Y vaya que lo disfruté… ¡Me siento súper viva! Le dije a Juan Ca en un momento en donde no podía pedir estar en un mejor lugar; Y del que no tengo palabras para describir.

Pero ¿Y el café?

 Al café lo “piscaban” a mano y con buen ojo porque deben cortarlo cuando esté listo y maduro. Los cortadores lo llevan después a lo que llaman “beneficio” en donde según el tipo de café que quieren (verde, honey o lavado) es que siguen su proceso; Ahí le quitarán la piel, lo lavarán, identificarán solo los frutos que sirven según su peso, y después se secará, tostará y molerá para ser convertido en una taza de café. Son años, muchas manos y algunas que otras frustraciones en el camino lo que conlleva que una buena taza de café esté en tus manos…

A este curioso y místico lugar lo resguardan sus personajes; Doña Julia la viejita más tierna al mando del comal, Teófilo conocedor y amante del campo, Mary… tremenda dictadora de la casa, José; El silencioso, Humberto la transición del tiempo y Alexia; La que significa “innovación” y nueva oportunidad para el lugar.

 Casi olvido a dos personajes importantes; Rex y Capo, dos Weimaraner entre intensos, escandalosos y necios pero que roban el corazón y si te distraes tu comida.

Doña Julia, Mari y Teófilo

Tras diez días de habitar en el lugar, nos despedimos de casa. Con nuevos amigos, nuevos recuerdos, con un valor especial sobre las comodidades que tenemos en casa y el recordatorio de lo afortunados que somos.

Me llevo las fogatas, las comidas, las pláticas, el valor detrás del café, las tradiciones, la importancia de la pasión y del trabajo.

Gracias Alexia por elegir un camino “incómodo”, por ser guardiana de las tradiciones y convertirlas en el tiempo para su sobrevivencia, por tu guía, por tu compañía y por supuesto… por tu extraordinario gusto por la música (Este último comentario fue patrocinado por Alexia Zavaleta)

 

Hasta la próxima Coyametla, que siga el viaje..

 

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