Un puño de Menta

Algo de lo mucho que obtengo de viajar, son las sorpresas. Me gusta planear el previo, para después dejar que ocurra lo que está por dejarse descubrir, permitir que los encuentros sucedan, que las sorpresas se acomoden y se presenten sin buscarlas. En el proceso de la pérdida de expectativas es que el viaje se vive único. En este abrir de ojos y oídos, la atención se presenta y los sentidos se estimulan.

En esta ocasión, estas líneas huelen a un puño de menta vuelto té. Estas palabras se maridan con dátil, higo y crepas de mermelada y miel. Y es que hoy revivo al escribir mi última vuelta por una latitud distinta; Marruecos.

“Morocco is built on tolerance”

Marruecos me hace pensar en Contraste. No solo con colores, olores, idiomas y sonidos anti sonantes. Contraste en caos y lógica, abrume y paz, destellos coloridos y sazón neutral, comodidad y nerviosismo.

El pasado está enterrado, pero los antiguos muros siguen en pie. Un lugar de comerciantes, de oficios, de tabúes y de Alá. De pieles curtidas por el sol intenso, de manos que conservan oficios. De ojos profundos de secretos guardados. Herederos de fe adoctrinada, de influencia artística y técnica artesana, hijos del comercio y de labia sobrada. Nietos de una historia de conquistas perdidas y batallas ganadas.

Un país grande, con distintos ecosistemas, fusión de creencias y adopción de religiones; Testigo de ambición, lucha, riqueza y deterioro.

Como ojo foráneo, fui aquel observador externo que ve lo que el cotidiano no, y es ahí donde la perspectiva surge distinta y de un mismo lugar se distinguen cosas diferentes. Desde fuera quizás es una oportunidad, desde dentro un “dado por hecho”Como cualquier lugar en desarrollo que el avance moderno dejó de lado por un tiempo; Hay posibilidades, ya que hay lugar por explorar, por expandir, por proveer de servicios, de detalles.

Naturalmente Marruecos es un lienzo en blanco, dotado de sorpresivos oasis, carreteras extensas con bellos paisajes que van desde desérticas planicies, montañosos relieves y lagos inesperados.


Algo lindo que me topé fue el orgullo de la gente por su lugar, por su dios, por sus costumbres, desde fuera quizás incomprendidas… -“Mi abuelo tenía 9 esposas”… Nos contó Ahmed, nuestro guía en Marrakech, un par eran judías y el resto musulmanas. Vivían juntas, entre ellas elegían a la que sería la siguiente y éramos todos una gran familia”-. Incomprendidas costumbres sin duda, pero interesante poder ver una forma tan distinta de organizarse y desde mi ojo juicioso … de complicarse la vida (¡¡¡9 esposas!!! Oh my...)


Pero es que, ¿qué sabré yo de vivir en esas temperaturas extremas, entre dunas y comercio incansable, entre antiguo y moderno, entre tradición y evolución? Entre calles sin pavimentar y la mansión de Cristiano Ronaldo, entre palacios, mercados en caos, gritos, rezos constantes y doctrinas adquiridas? ¿Qué sabré yo de una vida en medio de un desierto?... Mohamed me llevó a él.

Un desierto, encuentro con Mohamed

Mohamed es proveniente de las dunas, de familia nómada que habita en el desierto y que con tiendas de campaña, algunas cabras, camellos e intercambios en el mercado sobrevive para llevar (dicho por él) “Una vida más calmada, reflexiva y sin prisa”… 

Es una vida dura vivir en el desierto; los hombres se encargan de la comida, las mujeres de alimentar a las cabras, y ambos de buscar agua. En esta vida ellos experimentan el silencio absoluto que te regala el desierto, la presencia constante y el sentido de la supervivencia; ¿Un regreso a nuestro origen?, Sin duda un recordatorio de fragilidad y vida ganada. Un ejercicio de aprender a valorar lo vital, a buscar agua, encontrar sombra, intercambiar lo realmente valioso y a vivir con poco… Con lo que puedas cargar.

El desierto te invita a dormir afuera, con un viento que calma el calor y una luna que ilumina el irregular relieve que la arena viajera al moverse va creando. El amanecer deja descubrir un alrededor rojizo y la llegada cada vez más cercana del sol, vuelve casi imposible estar en su presencia.

¿Qué sabré yo de una vida en medio de un desierto?...

Mohamed me llevó a él.


“A little imagination goes a long way in Fes.” -Tahir Shah

En un viaje, también hay desencuentros. Y eso para mí fue Fes. Demasiado caos, demasiada paranoia, demasiada mala reputación y blogs leídos.

Dentro de todo, cada experiencia te cuenta una historia, cada mirada un deseo y es así como Fes también me dejó una reflexión; La inercia de lo que hasta ahora aparentemente ha funcionado es lo que detiene a la ventana de las posibilidades, de la innovación, de la creación. 

Mis pocos días en Fes, me dejan una sensación de estancamiento, de caminar en círculos, de no sacar la cabeza, de no crear una experiencia distinta para invitar al visitante a convertirse en viajero en lugar de llevarlo a encasillarse en turista.


“Marrakech me enseñó el color” -Yves Saint Laurent

Marrakech ha atrapado a muchos artistas, fotógrafos, diseñadores y viajeros que buscan casa fuera de su hogar. Acá La medina se combina con restaurantes ocultos en estos Riads que albergan laberintos y los colores surgen entre la fruta, las flores y los textiles. 

Aquí, tres cosas tuvieron el mérito de hacer mi visita memorable; Jardin Secret, nuestro recorrido en sidecar y negociar como berber.

“De pronto llegamos a este jardín secreto y no pudimos dejarlo ir”

Una pareja, él de Laos, ella de Francia; ambos artistas, creadores de un espacio mágico a las afueras de las calles del Souks, “Jardin Secret”


La vacación se sintió al adentrarnos en las montañas. Donde dejamos atrás los diarios Tangines, las multitudes y las largas caminatas entre callejuelas acaloradas; Llegamos a un lindo oasis que hacía pausa al tiempo, la cordillera del Atlas.

 “Todo aquel que mantenga la habilidad de ver la belleza, nunca envejece”

-Franz Kafka

Dos semanas intensas, cientos de kilómetros recorridos y varios encuentros después, me despedí de Marruecos. Agradezco las sonrisas de los que honran el servicio, los desayunos generosos, los colores, las montañas y las aventuras que te hacen sentir presente. Las incomodidades que te recuerdan el valor de las cosas y las historias aprendidas y experiencias vividas que harán nuevas historias por contar.

Y claro… ese inolvidable olor de un puño de menta.

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