El ritmo

 

Hace unos años comencé a trabajar con mi flexibilidad en términos de “recalcular el camino”, e hice las pases con aquello de cambiar de dirección; Me di cuenta que de eso se trataba el balance; De saber tus prioridades, también tu rumbo, pero sobretodo estar dispuesta y abierta a cambiar el camino si algo en él no salía como pensabas.

 

Ahora me topo con la caja de velocidades del coche que monto; Y me he estado preguntando ¿Es el ritmo al que me quiero mover el que estoy eligiendo seguir?

 

Estas últimas semanas, me vi atravesando por días de mudanzas, pendientes y logística; Teniendo que tomar demasiadas decisiones, adaptándome a cambios, al haber decidido moverme por un tiempo de país, diciendo adiós a gente con quien aplazaré las visitas por experimentar la distancia; volviéndome aficionada a las listas, experimentando emoción cuando los to do’s se tachan y padeciendo de un cansancio acumulado al terminar cada día.

 

Y es que entre tanto movimiento experimentado, sentí que la velocidad crecía, las actividades se multiplicaban y debía buscar espacio para hacer más con menos; Me vi diciendo “no me da la vida”... ¿No me da la vida? O ¿no es la forma en la que quiero vivirla?. Y es que a veces el cortisol es como un suplemento que decidimos tomar todas las mañanas junto con el magnesio y la vitamina C. Nos gusta el rush de sentirnos alertas, ocupados, útiles, productivos… Nos gana el ego de decir “si” y elegimos la adrenalina porque es emocionante … y vivir esos picos de sentir que quizá no lo logramos nos confunden haciéndonos sentir… vivos 

 

Ahora bien; Habiendo estado en ambos lados, se que la prisa despierta, te pone los sentidos atentos, te empuja a actuar, a cumplir, a eficientar, es como caminar con el viento frío en la cara.. Quizás no es tan cómodo, pero te mantiene atento… presente; De cierta manera te recuerda físicamente que estás ahí. Pero ir de prisa no solo mata la ternura... si no como diría un amigo mío; no es elegante… No es elegante porque vivir de prisa sobrevive el tiempo, no lo cata. Ve atractivo hacer más en menos, no menos en más y contamina el pensamiento con el apresurar del hacer, no con el placer del ser

 

Y como esta vida no tiene instructivo; Y hay que rompernos para saber lo que duele y dejarnos sentir para experimentar lo placentero; Nos toca averiguar: ¿Cómo es que vivimos a nuestro ritmo y eso cómo se baila? Buscar el balance es parte de observarte constantemente, es escucharte y entender cuando algo está faltando, teniendo la iniciativa de hacer los cambios necesarios para incluirlo en tu día. ¿Fácil? No, pero necesario. El balance no solo lo observo como parte de incluir las áreas de tu vida que son importantes para ti, si no también lo miro como el encontrar el ritmo que hará disfrutable cada una de esas áreas y el entender que la velocidad no te llevará necesariamente más rápido a tu destino.

 

El ritmo; “Es la forma de sucederse y alternar una serie de acontecimientos que pasan periódicamente”

 

El ritmo entonces es la cadencia con que atravesamos la vida, es “sucederse” y dependerá de los acontecimientos que ocurren el cómo se irá trazando el ritmo con el que aceleramos o aplazamos los movimientos que hacemos en él y por ende; el cómo nosotros sucedemos… Y entonces ¿Cómo saber si el ritmo es acelerado o lento? ¿Si debemos frenar o continuar? O ¿Cómo calcular cuánta salud mental nos está costando el ritmo de vida que llevamos? ..

 

Hay bailes que saben mejor suaves, en calma; hay salsas más movidas, hay hip hops que sacan la ira, música clásica que tranquiliza el alma ... Y habrá que elegir ¿qué, cuándo y por cuánto tiempo? Porque; ¿Qué tanto podemos vivir en un reguetón agitado? Y ¿Cuánto aguantaremos de bailar un rap denso? Supongo que la respuesta es que: El ritmo se siente, no sé cuantifica más que cuando sucedió; Cuando pasó por nosotros y dejó un rastro físico, cuando le dimos vida; y él … trazó la nuestra.

 

Así que ante la duda, será mejor frenar y respirar, observar, sentir y con ello; reconocernos en lo que estamos siendo y así, escuchando lo que experimentamos poder decidir: ¿Cómo bailaré esto? … Quizás disfrutemos del baile si lo hacemos con paciencia, persistencia y perspectiva; Paciencia para no correr cuando sería más prudente y disfrutable caminar, persistencia en los momentos que nos retan pero toca resistir, perspectiva cuando nos vemos atrapados en el remolino ciego que no nos permite tomar distancia y debamos decidir.

 

Al final, no siempre podemos elegir la música que la vida nos pone, pero podemos elegir cómo la bailamos.

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