Nuevo año ¿Nueva vida? Reflexión 2019

Y yo que pensé que llegarías con largos días de buenas noticias, de tardes fáciles y noches completas. Pero en cambio me diste otro regalo; La dolorosa e incómoda oportunidad de despertar.

 

Despertar a través de revolcarme y ver golpeado mi ego, de perder aquello y a aquellos que creí seguros, de ver romperse las estructuras que formaban mis creencias, de entender que nada es para siempre, nada y así desde la vulnerabilidad absoluta, perder el control.

Pero las grandes tormentas traen consigo lindos arcoíris, olor a pasto mojado, tardes de cobija, buenas películas y ricos cuchareos. Y así tú, no fuiste la excepción. Me regalaste mi más preciado tesoro; los viajes, y con cada uno a mis personas en ellos. Juntos llenaron mi corazón y vaciaron mi cabeza. Me hicieron vibrar, abrazar, llorar, recordar, reír y sobretodo disfrutar en compañía y en soledad.

 

Me dejé ir como gorda en tobogán y decidí decir a todo que “Sí”. “Facilota fluiría a experimentar” Total, la mayoría de las respuestas solo llegan con vivencias. Así comencé con la India, donde aprendí sobre la actitud. Entendí que la vida no se trata de lo que te pasa, si no de lo que haces con ello. Y que la felicidad es hacer la mejor receta con los ingredientes que tienes, sin frustrarte por los que no te tocaron. Admiré lo sabio de “aceptar” y lo inteligente de fluir.

 

Conecté con el lugar a través de su gente y con los colores que compartían manos extrañas posándose en mi cara para desearme: “Happy holy”. Dura, extrema y llena de significado; Eso es India.

Sri Lanka se puso en el mapa después para enamorarme de la naturaleza, me enseñó que compartimos este espacio con el mismo derecho que los changos, los insectos y las plantas; Y que existen lugares donde los aires de conquistador se dejan de lado para mezclarse con igualdad y simplemente coexistir. Pero lo que me llenó el corazón, fueron sus niños, y con ellos sus inocentes risas. Es un lugar puro aún no tocado por los starbucks, donde a través de la sonrisa se dejan de necesitar las palabras para hablar así un mismo idioma. En Sri Lanka también toqué lo obscuro de los finales y lo emocionante de los inicios. Entendí con el tiempo que no vale la pena tomarte nada personal, pero si, tomar en tu persona lo que aprendiste. Aprendí que el instinto es invaluable y que callar su voz sale caro.


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Pasando algunos meses, llegó delicioso Perú. Me lo comí todo. Me enamoró su significado de linaje y la responsabilidad de recordar y transmitir las tradiciones. Entendí que la historia se puede contar a través de muchas y distintas miradas; Que hay negros y blancos pero sobretodo que son ricos los encuentros en sus grises.

El año seguía y me llevaba a otro destino; Israel. En Israel toqué almas y conecté con mis nuevos hermanos. Abracé a un grupo de recientes conocidos que se convirtieron en familia y que en esa semana durante ese momento de unidad, nos fundimos en uno; sin religiones, sin nacionalidades, sin prejuicios.


Extraño sus miradas cómplices y el contacto que podía reducirse a una palmada al pasar por el pasillo del camión o un abrazo solo porque si, por ser latinos, por compartir un mismo espacio y tiempo que nos convirtió en tribu. Fue poderoso descubrir que en grupo puedes encontrar la soledad y en la soledad, compañía. Saberse seguro y entender que la vulnerabilidad sabe mejor acompañado y que las fronteras nos traen riqueza, no distancia.

 

Se coló en mi regreso a México Dalí… Mi Dalí. Visité su mundo, me emocioné al pensar que cruzamos las mismas banquetas y dimos similares pasos. Nunca he visto un atardecer tan lleno de todo; De Música, comida, vino y calles pequeñas que te invitan a perderte entre ellas. Prometí volver; Ahí me espera y yo espero impaciente nuevamente a Cadaqués.

En mi casa, también soy viajera, tomo largas caminatas asombrándome como por primera vez, por los edificios que me observan, recorro la ciudad en el trillado touribus y contemplo a la gente pasar desde una banca verde e incómoda en Chapultepec. La Ciudad de México me enseñó que debíamos vernos más. Que la desconexión comienza al dejar de observarnos a los ojos, que una sonrisa vuelve conocido a un extraño y que una buena acción desenlaza una cadena de muchas más. A partir de ahora camino con la intención de perseguir miradas y más aún, compartir sonrisas; No sé, tal vez con ello esta ciudad se vuelva menos impersonal.

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Llegaba el final del año y sin planearlo, caminando por la calle me topé con Alina, mi amiga nómada. Ella fue mi llave para Bali. Bali será siempre para mí un recordatorio. Un volver al espacio suspendido en el tiempo, a un lugar custodiado por duendes de la felicidad y encapsulado por energía de buena vibra, de pura buena onda.

Bali me enseñó sobre la intimidad, sobre la perfección de un momento y la oportunidad de conectar, sobre que la riqueza es un concepto mal entendido por la acumulación de ceros, pero que en realidad la riqueza no se trata de acumular; La riqueza es libertad, es experimentarte, es asombrarte cada día por aquello pequeño, es caminar entre campos de arroz, es cortar cocos, es ver estrellas, contemplar amaneceres y esperar atardeceres, es esquivar una moto con una sonrisa, es meditar, practicar yoga, cantar mantras, compartirte pleno desde la vulnerabilidad. La riqueza es vivir sin prisa, es saberte en tu mejor lugar y agradecerte en tu propia piel, es estar. La riqueza es estar.

 

Bali me enseñó a viajar ligero, a caminar sin dejar de sonreír, a conectar con los insectos, a enamorarme de los vegetales y a cuidar mi cuerpo, que sin él, no hubiera pisado tan lejos. Me mostró a ver la verdadera belleza. Acepté a las arrugas, las vi valiosas; como individuales trazos, únicos surcos y tatuajes de autenticidad que hablan de lo vivido; y decidí que no vale la pena negar momentos intentando borrarlas.

 

Me enseñó lo valioso de utilizar mi mente sin que ella me utilice a mí, Me recordó que no estamos solos y que el asombro debe viajar siempre conmigo en la maleta. Pero sobretodo me enseñó que Bali está en mí, para regresar cada vez que lo quiera.

 
Terminó un año; E inicia un nuevo viaje. Y para mi un viaje es una página en blanco esperando deleitarse por lo que se escribirá en ella. Hoy deseo, que cuando vuelva atrás a ver estas páginas me dé cuenta que le puse mucho color, de ese que no se pensó al dibujar, que el miedo no guió o detuvo nada de lo que aquí sucedió, que la magia reunió a personas interesantes, mentes y almas que debían tocarse, que simplemente las palabras se quedaron cortas y hubieron momentos de esos en los que el aire dejó de entrar al cuerpo para asombrarse.


Así que estoy lista vida, para que te rías de mis planes y cumplas los tuyos; Para tener presente que el preocuparme no me llevó a ningún mejor lugar. Para seguirme sorprendiendo al ver que las coincidencias son encuentros previamente pactados y que la magia está entre nosotros.

 

Estoy aquí para abrazar lo que viene, flojita y cooperando. Para aceptar tus contrastes. Esos que me han llevado a buscar la lejanía para encontrarme cerca, los ojos cerrados para ver con claridad, y que me acercan al silencio para escuchar mi propio ruido. Intentaré abrazar con fuerza mis obscuros entendiendo que no opacan mis claros, sonreiré fuerte para disfrutar también el llanto, y soltaré todo aquello a lo que me he aferrado.

 

Y así, en nuestra complicidad; Vida… esperaré ver nuestro resultado.

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